jueves, 11 de junio de 2009

Otoño

Es el otoño de 1989 casi al inicio de la época de los noventa, yo tengo 17 años y me encuentro en la etapa donde no se sabe donde se está ni para donde se va…
No sabía qué iba a estudiar, de algo si estaba segura:
Primero: No sería entrenadora, pues, no sé si haya algo malo con mi cerebro pero moverme rápido y atrapar balones no eran mis especialidades.
Segundo: No estudiaría medicina, el solo hecho de imaginarme a mí con un cuerpo muerto en vida era repugnante, admiro a los médicos por su tenacidad y compasión, pero definitivamente no me veía realizándome como doctora
Tercero: Definitivamente no sería policía, es un trabajo muy duro y comprometedor, yo prefiero no exponer mi vida.
Al final me decidí por estudiar idiomas.

En una de esas tardes frías del otoño de mi país, en busca de respuestas, de paz y calma, salí a caminar por el parque; entonces lo vi., sus ojos tenían el brillo de mil soles y su boca opacaba el frío que sentía.
Se acercó, al parecer él sabía de mi existencia, la verdad yo no tenía ni idea de quién era
-hola – me dijo con una sonrisa cálida, mientras mi pulso perdía las fuerzas.
-Ho-la- tartamudeé
-Mucho gusto, mi nombre es Eliott estudio contigo en la mayoría de las clases de la facultad de idiomas de la universidad- dijo él con su aparente dominio de las personas
Mi mente volvió por un instante a una fiesta con mis amigas, él era el guapo de que ellas me hablaron y que yo era la última en conocer.
En la tarde hablé mucho con él, recuerdo haber mencionado una expresión: “Si papá” y después algunos meses me di cuenta que estaba muy cerca de llamarlo como de verdad lo debía llamar: “Hermano”
¡Ah!, es amor y aunque intente evitarlo, el destino me lo pone en todas las situaciones.

Un día fui a casa de Eliott y ví al hombre que hace años mi madre me había contado que era mi padre. Él, casi anciano, cuyas arrugas parecía que le cortaban la piel, me dirigió una mirada, al parecer sin acordarse ni siquiera de que éramos familia, no me importó, después de que mi padre se fue dije:
-¿Quién es él?- pregunté con cara de inocente
-Él es mi papá- dijo mientras yo sentía que me desboronaba, parecía que me habían partido en dos
- ¿Qué te pasa?- preguntó con asombro
- Nada – respondí, _ solo necesito que me prestes tus anotaciones de hoy en fonética
-Claro- Dijo con su sonrisa encantadora-¿Seguro que no te pasa nada?, te vez pálida
-Segura- dije con dificultad
Ya en mi casa me encerré en mi cuarto, - mi hermano, mi hermano, estoy enamorada de mi hermano, estúpido otoño, ¿Por qué no acepté irme a estudiar a otra parte?, no la hermosa de Ella tenía que encariñarse con el pueblo, ¡Estúpida! ¡Estúpida!- me decía esa vocecita que a veces intentaba estrangular. No veré más su sonrisa, no veré más su cara, ha,- qué idiota.-dijo la voz

Al día siguiente se me declaró de la forma que siempre había soñado. -¿Por qué ahora?- me pregunté
Lo único que se me ocurrió para decirle fue:
-Eliott, no eres una gran persona, no valgo... tanto (la verdad, quería decir:-No merezco tanto, ¿qué he hecho?-)
-si vales, vales mucho-
Peor y ahora qué –me pregunté- estoy cansada de esto, te voy a decir la verdad, no me gustas, te odio-
-¿Por qué? Dijo con una carcajada frustrada
-No lo sé, este… fue un reto que me hicieron mis amigas- fue lo único que se me ocurrió, prefería que sufriera por un amor que lo abandonó, que por un amor platónico- Lo único que yo quería era ser novia tuya por unos días y ya, yo acepté, pero nunca me imaginé que fueras tan… odioso- me gustaba un poco que mis capacidades actorales relucieran, tanto que incluso yo me lo alcanzara a creer-
-Sabes qué tú tienes razón, no vales… nada- Sentí como mi corazón se abría en dos, mientras mi cerebro le decía “te lo dije”, suspiré, lo más hondo que mis pulmones me permitían; se marchó mientras intenté abrir la boca para contarle la verdad, nadie sabe cuánto agradecí lo que pasó.

Después de eso yo, la chica perfecta, me desboronaba y todo lo bueno en mi decaía, perdí más de cuatro kilos y mis notas bajaron de 10 a 6. Allí me di cuenta de que no podía seguir sufriendo, debía ¿no se? conseguirme un novio, pero ¿era eso lo correcto, acaso la cenicienta se conformó con un sirviente de la casa real? NO, pero ¡la cenicienta no se enamoró de su hermano!
Pensando y pensando siento que no tengo fuerza para cumplir mis ideales, pero pareciera que no tuviera ideales, ahora mi madre me va a enviar a un convento, me parece bien pensé que iba a ser peor, pero analizando las cosas, es mejor de lo pensaba, no voy a tener que preocuparme por los amores imposibles, pues ahora mi único amor será Dios… ¡Ah! y el recuerdo de los días felices del otoño de 1989


Cuento aportado por: Estivalis Acosta Gutiérrez de 7°, edad 12 años
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